Porto Lisboa Poesía

Santiago Montobbio

Soberanía

Leo en el primer poema de estos poemas en prosa del libro Vertientes do olhar/Vertientes de la mirada de Eugénio de Andrade, titulado “Soberania”: “Habito um país sem memória -alguém sabe de lugar mais triste? É o tempo do tordo branco emigrar. Voltemos pois ao princípio. E o princípio são meia dúzia de palavras e uma paixão pelas coisas limpas da terra, inexoravelmente soberanas. Essas, onde a luz se refugia, melindrosa. Só elas abrem as portas ao sortilégios, e os sortilégios são diurnos, mesmo quando invocam a noite, e as águas do silêncio, e o indelével tempo sem tempo”. Son cuarenta años de poemas en prosa, toda una vida reunida en este cauce de expresión, una vida que es una búsqueda, de sí y de su propia voz. Sólo alcanzado su lugar será también lugar para los otros -lugar del canto. Así lo dice en unas breves y hondas palabras preliminares, que abren estos poemas: “Entre o mais antigo poema deste libro (Fábula 1946) e o maisrecente (Aos inimigos, 1986), passaram quarenta anos. É uma vida à procura de uma voz. A melodia do homem nasce dessa busca incessante: descobre-se quando nos descobrimos. Não foi fácil: desaprendercustamais do que aprender. Estarei agora, ao menos, mais perto desse dizer que ajude outros a falar?”. Esta lectura para mí hace verano. La he leído muchos, bastantes veranos, como otras -me lo escribía para mí el otro día- que busco estos días, con la intención quizá de sentir gracias a ellas algo de verano. Es uno de estos libros de la estupenda colección Los poetas de Ediciones Júcar, libros amarillos y de los que compré un buen número hace muchos años -cartas de Rilke, de Pessoa, otras e interesantes cosas. Leí en estos poemas a Eugénio de Andrade y lo he leído muchas veces. Se advierte en estos poemas el carácter esencial y puro de su voz, su sentir y decir por completo universal. Lo leo en portugués. Recuerdo que se lo dejé también hace muchos años a Carmelita cuando vivía en Barcelona y lo aprendía. La recuerdo en la puerta de casa, entregándomelo, por no querer olvidarse de devolvérmelo antes de volverse a Roma. La poesía es una memoria a través de una soberanía. Memoria de afecto. También por ello soberanía. Me alegra participar y disfrutar de la conquista de las palabras y su soberanía con la lectura de estos poemas en prosa de este gran poeta portugués, Eugénio de Andrade. Me agrada que estén unidos a mi vida., y me agrada y me alegra la poesía por sí misma, lo que en ella, al otra vez adentrarme con inocencia en ella, voy a volver a encontrar. Lugar de abandono y también de encuentro, de paz y de olvido, de elevación, de descendimiento a las sombras y en todo ello una singular, misteriosa, imprescindible soberanía.

 

Los manantiales

“Do outro lado”. Llego a este bellísimo poema en prosa de Eugénio de Andrade en la tarde, ya casi al final del libro. Lo he leído por la mañana y por la tarde. Lo leo y me llega y siento algo. Primero lo transcribo, y luego intentaré transcribir lo que siento. El poema titulado “Do outro lado” dice: “También eu já me sentei algumas vezes às portas do crepúsculo, mas quero dizer-te que o meu comércio não e o da alma, há igrejas de sobra e ninguém te impede de entrar. Morre se quiseres por um deus ou pela pátria, isso é contigo; pode até acontecer que morras por qualquer coisa que te pertença, pois sempre pátrias e deuses foram propriedade apenas de alguns, mas não me peças a mim, que só conheço os caminhos da sede, que te mostre a direcção das nascentes”. Los caminos de la sed, esto es lo único que conozco y sé y esto me llega: los caminos de la sed que te hacen buscar el agua, la ignorancia de los manantiales, su dirección y su lugar, pero la conciencia de su pureza, esta sed del alma que se intenta abrevar en la poesía y las palabras y es agua que en ella también está, en el alma, manantial. Manantiales de los sentimientos puros y de la inocencia, manantiales de la bondad, del amor más profundo, agua que brota fresca y límpida y sale desde adentro a las afueras del mundo en la poesía, prístina en su inocencia, agua que es también como una aurora, lo que de verdad nace, con lo que empieza y se dice otra vez nuevo el mundo.

Barcelona, 15 de mayo de 2020

 

Misterio verde

I

NO PROSIGO LA lectura de Rafael Barrett en sus “Aforismos encontrados”, allí donde llegué, ya los leeré otro día. Me llama la poesía de Cesário Verde, el libro con su poesía completa editado por las Publicações Dom Quixote de Lisboa. Me llaman los poemas, es lo que busco. Pero los poemas son también una vida, vienen de una vida y dicen una vida -a veces en su envés o al trasluz. Leo así la cronología y el prólogo de quien cuida la edición. Este poeta comerciante de apellido genovés (como es el mío, detalle que no recordaba), poeta al que quería Pessoa y algo debía haber como motivo de su estima la semejanza entre sus vidas, poetas clandestinos de trabajos grises y comerciales, poetas en que la poesía es un arroyo de agua secreta, que transcurre por dentro. Este poeta que muere joven, a los 31 años, Cesário Verde, que no ve comprensión ninguna para su sutil, refinada lírica, este poeta de obra personal y grande por la que recibe ataques y burlas feroces cuando logra publicarla de manera suelta en la prensa, este poeta de obra secreta, de escribir secreto y que en su vida verdadera nos dice lo que es un poeta, lo que es de verdad, la vida que tiene, lo que es para la estupidez y las gentes. Para su incomprensión, su insensibilidad, su soberbia. Quedan sus poemas y la música secreta con que aún están vivos y está vivo él, el Sr. Verde que no sólo era un hombre del comercio sino un poeta verdadero y secreto. Ésta es la vida de un poeta, lo es, en el fondo, siempre. Porque era cuando empezábamos y nos afirmábamos en la poesía que escribíamos y con la que traducíamos la vida y el mundo tal como de manera singular lo percibíamos y sentíamos desde dentro cuando nos podían importar unas acciones o palabras de apoyo, generosas. Comprensión y respeto y puertas abiertas. Después ya no lo son, porque no importan. Porque no se dan cuando tendrían que haberse dado y las necesitábamos. Cesário Verde en su vida y en su poesía nos dice esto. Pero la clemencia del poeta es infinita. También su bondad. Es por ella que su poesía sigue viva para todos, más allá del desprecio, la incomprensión y la soberbia con que se recibió, llueve como la lluvia para todos, es sol además de lluvia y también noche y luna y mar. Para que continúe el hombre, para que en su fragilidad y su desamparo pueda consagrar, aunque sea de un modo secreto, su vida al misterio. Y se vuelva arte. Para todos. Así la poesía para todos queda. Así, con todo. A pesar de todo. Mañana y noche y luz y sombra y aire fresco, hasta el final del tiempo.

 

II

VERDE LAS HOJAS DE LOS ÁRBOLES, VERDE
a veces también la poesía. Para siempre
viva.
Barcelona, 18 de mayo de 2020

 

III

AQUÍ LAS “CONTRARIEDADES” o verdades como tales, ambas cosas nos dice de su vida de poeta Cesário Verde en el poema de este título. Escojo unas estrofas:

O obstáculo estimula, torna-nos perversos;
Agora sinto-me eu cheio de raivas frias,
Por causa dum jornal me rejeitar, há días,
Um folhetim de versos.

Que mau humor! Rasgeui uma epopeia morta
No fundo da gaveta. O que produz o estudo?
Mais duma redacção, das que elogiam tudo,
Me tem fechado a porta.

A crítica segundo o método de Taine
Ignoram-na. Juntei numa fogueira imensa
Muitíssimos papéis inéditos. A imprensa
Vale um desdém solene.

Eu nunca dediquei poemas às fortunas,
Mas sim, por deferência a amigos ou a artistas.
Independente! Só por isso os jornalistas
Me negam as colunas.

Receiam que o assinante ingénuo os abandone,
Se forme publicar tais coisas, tais autores.
Arte? Nào les convém, visto que os seus leitores
Deliram por Zaccone.

Um prosador qualquer desfruta fama honrosa,
Obtén dinheiro, arranja a sua coterie;
E a mim, não há questão que mais me contrarie
Do que escrever em prosa.

A adulação repugna aos sentimientos finos;
Eu raramente falo aos nossos literatos,
E apuro-me em lançar originais e exactos,
Os meus alexandrinos…

Perfeitamente. Vou findar sem azedume.
Quem sabe se depois, eu rico e noutros climas,
Conseguirei reles essas antigas rimas,
Impressas em volumen?

 

Dicen todo estos versos. Dicen una vida. La conciencia de un destino. Leía y sabía de su vida ayer en el prólogo a su poesía, y de ella con dolor pero también con amor escribí -amor a la poesía y a la vida, pese a todo, con todo, creo también que así lo decía-. Y luego empecé a leer sus poemas. Retomo la lectura hoy por la mañana, en el poema “Desastre”, en el que me quedé. Y luego ya “Contrariedades”, este poema que nos dice en la dulzura de su cadencia la amargura y la verdad de la vida de poeta, que no por el arte con que se dice, por la finura de su música, deja de ser una verdad dura. La poesía lo sabe, y también lo dice. Continúo la lectura de la poesía de Cesário Verde, y llego al fundamental poema “O sentimento dum occidental”. Antes de empezarlo, leo la nota a pie de página con la queja del poeta sobre el silencio, la indiferencia y el desprecio con que fue recibida su publicación. Había leído ya una referencia a ello en el prólogo, pero aquí están sus palabras exactas: “Uma poesia minha, publicada numa folha bem impressa, limpa, comemorativa de Camões, não obteve um olhar, um sorriso, um desdém, uma observação. Ninguém escreveu, ninguém falou, nem num noticiário, nem numa conversa conmigo; ninguém disse bem, ninguém disse mal!”. Pienso en los versos del último poema de Luis Cernua, “A sus paisanos”, que cierra La realidad y el deseo: “Contra vosotros y esa vuestra ignorancia voluntaria,/ Vivo aún, sé y puedo, si así quiero, defenderme,/ Pero aguardáis al día cuando ya no me encuentre/ Aquí. Y entonces la ignorancia,/ la indiferencia y el olvido,  vuestras armas/ De siempre, sobre mí caerán, como la piedra,/ Cubriéndome por fin, lo mismo que cubristeis/ A otros que, superiores a mí, esa ignorancia vuestra/ Precipitó en la nada, como al gran Aldana”. Jorge Guillén dijo que era un poema que luego tenía que haber hecho sonrojar a su autor. Lo recordé en la presentación de un libro, en el Centro de la UNED de Barcelona -en el que era y soy profesor-, y dije que no sabía por qué. Lo recordé a raíz de un poema de este libro que se presentaba en él, Absurdos principios verdaderos, titulado “A mis paisanos”, un dístico formado por dos versos: “Cuando uno se va es porque ya se ha ido/ o porque siempre ha estado en otro sitio”. Recordé las referencias con que se podía enlazar. Juan Goytisolo, en el primer volumen de sus memorias, Coto vedado, cuando nos explica su huida a París y su abandono de la España de Franco, su decisión de marcharse del todo, condensa y dice de un modo recapitulatorio y definitivo todas las motivaciones y razones de fondo tras esa decisión si no recuerdo mal con esta frase: “Cuando uno se va es porque ya se ha ido”, que está en mi poema, para luego completarla y hacerla en parte distinta. Y el título del poema remite al final de Cernuda, “A sus paisanos”. Lo recordaba aquel día de abril de 2011 en Barcelona, y lo recuerdo ahora, porque pienso en estos versos de este poema de Cernuda, estos versos concretos y que pienso ciertos, porque me los hacen recordar las palabras de Cesário Verde en relación a cómo fue recibido su poema, y hermanarlas con ellos -las palabras con los versos-, así como las vidas de los poetas verdaderos y la condición del hombre y Portugal y España y la poesía que pese a todo ama y permanece y dura. Y entones el poema. Leo en su primer poema, “Avé-Marias”: “Madrid, Paris, Berlim, S. Petersburgo, o mundo!”. Pensaba que podía reunir lo que de modo espontaneo y no programado he escrito sobre dos poetas portugueses que quiero con el título “Porto Lisboa Poesía”, con el recuerdo quizá de algo que une a la poesía y Europa y es la revista que hicieron en París César Vallejo y Juan Larrea con el título Favorables París Poema, un título que me ha gustado siempre y me parece que nos puede decir y sugerir muchas cosas, y quizá por ello, también con ese recuerdo, el título Barcelone Poésie que quise dar a un libro que se iba a publicar en Francia y al final no se publicó. A su editor, Patrick Cintas, le gustó el título, y me dijo que le recordaba al de L’amour La poésie de Paul Éluard, y me pareció un hermoso recuerdo, una bonita resonancia para el mío -que por supuesto además lo honraba. Barcelona, París, Porto, Coimbra, Lisboa, la poesía, Europa, el mundo. En un momento en que de todo hay muchas dudas me vuelven las certezas de estos misterios, misterios que como tales no pueden serlo -ser certezas-, pero sí hundirse tal profundas raíces en lo más hondo del corazón del hombre. Y en ellas, o ellas mismas, estas raíces en él Europa y la poesía. Esto pienso mientras empiezo a leer el poema de Cesário Verde “O sentimento dum occidental”, poema que sé en mi recuerdo espléndido. Lo pienso al encontrar en su primer poema -lo componen, creo, cuatro- este verso que refiero. Y continúo leyéndolo, a ello voy ahora, a abandonarme a este gozo. Así lo hago. Lo cumplo. Y miro, al acabar su lectura, los poemas que me quedan, para llegar hasta el final de su poesía: “De tarde” y “De verão” que preceden a otro poema fundamental, “Nós”, y tras éste ya sólo las póstumas e inacabadas “Provincianas”. Voy a acabar aquí mis palabras, estas sencillas palabras que escribo, para dejarlas abiertas. Para no cerrarlas del todo, como pasa con la poesía y la esperanza. Que está siempre abierta, siempre aún puede ser. Por esto dejo estas palabras con otras palabras abiertas, con poesía todavía por revivir y por leer. Nosotros, pienso, como en el título del fundamental poema que me queda por leer, junto con otros -y están por ello abierto a todo, al goce del recuerdo y al descubrimiento de cualquier matiz o detalle que nos sorprenda y no recordáramos-, nosotros en la mañana y en la noche, en la memoria y en el tiempo por venir, en el mar y en el campo, en los lagos, en las montañas, en los valles, nosotros en las nubes, en los sueños, corazón adentro, limpios como niños, hechos a veces sólo de indefensión y de ternura, en las noche y la mañana nosotros así en la poesía perdidos y encontrados.

 

IV

CERRADAS LAS PALABRAS, se abren las palabras. Las palabras siempre abiertas en la poesía en libertad, en la poesía que nos vuelve a decir la vida, la recuerda o rememora como nos recuerda a como es ahora en versos escritos mucho antes. Para dejar constancia una vez más de este misterio -del misterio que como tal nos llega al sentimiento- escribo esta posdata, para decir que encuentro (y no lo recordaba) a la peste y a la epidemia y a los médicos y a la muerte y a la vegetación que en esta situación crece fuerte y a la salvación y la libertad que es el campo, así sentido, en el primer poema que conforma “Nós”, y que puede verse en estas estrofas que de él escojo, o, mejor, el poema todo, como provisional despedida de lo que de la poesía siento y escribo, y como bienvenida también de lo que tenga de nuevo que sentir y escribir acerca de ella, sin terminar de desvelarla nunca. Aquí, por tanto -por esta innumerable, infinita razón- el primer poema de “Nós”, como adiós que sabe, en tanto que adiós, que volverá, como las golondrinas del poeta romántico y la poesía y el amor todo volverá:

Foi quando em dois verões seguidamente a Febre
E o Cólera também andaram na cidade,
Que esta população, com um terror de lebre,
Fugiu da capital como da tempestade.

Ora meu pai, depois das nossas vidas salvas,
(Até então nós só tivéramos sarampo)
Tanto nos viu crescer entre os montões das malvas
Que ele ganhou por isso um grande amor ao campo!

Se acaso o conta, ainda a fronte se lhe enruga:
O que se ouvia sempre era o dobrar dos sinos;
Mesmo no nosso prédio, ous otros inquilinos
Morreram todos. Nós salvamos-nos na fuga.

Na parte mercantil, foco da epidemia,
Um pánico! Nem um navio entrava a barra,
A alfãndega parou, nenhuma loja abría
E os tubulentos cais cessaram a algazarra.

Pela manhã, em vez dos trens dos baptizados,
Rodavam sem cessar as seges dos enterros.
Que triste a sucessão dos armazéns fechados!
Com um domingo inglés na”city”, que desterros!

Sem canalização em muitos burgos ermos,
Secavam dejecções cobertas de mosqueiros.
E os médicos ao pé dos padres e coveiros,
Os últimos fiéis, tremiam dos enfermos!

Uma iluminação a azeite de purgueira,
De noite amarelava os prédios macilentos.
Barricas de alcatrão ardiam; de maneira
Que tinham tons de inferno outros arruamentos.

Porém, lá fora, à solta, exageradamente,
Enquanto acontecia essa calamidade,
Toda a vegetação, pletórica, potente,
Ganhava imenso com a enorme mortandade!

Num ímpeto de seiva os arvoredos fartos,
Numa opulenta fúria as novidades todas,
Como uma universal celebração de bodas,
Amaram-se! E depois houve soberbos partos.

Por isso, o chefe antigo e bom da nossa casa,
Triste de ouvir falar em órfãos e em viúvas,
E em permanência olhando um horizonte em brasa,
Não quis voltar senão depois das grandes chuvas.

Ele, dum lado, via os filos achacados,
Um lívido flagelo e uma moléstia horrenda!
E via, do outro lado, eiras, lezírias, prados,
E um salutar refúgio e um lucro na vivienda!

E o campo, desde então, segundo o que me lembro,
É todo o meu amor de todos estes anos!
Nós vamos para lá; somos provincianos
Desde o calor de maio os fríos de novembro!

 

No, no era adiós del todo. El adiós vuelve -vuelve a ser, como el poema. Porque quiero decir algo de lo que encuentro y siento y me entristece en el segundo poema de “Nós”, y es la muerte de una hermana:

Ora, há dez anos, neste chão de lava
E argila e areia e aluviões dispersas,
Entre espécies botãnicas diversas,
Forte, a nossa família radiava!

Unicamente, a minha doce irmã,
Como uma ténue e imaculada rosa,
Daba a nota galante e melindrosa
Na trabalheira rústica, aldeã.

E foi num ano pródigo, excelente,
Cuja amargura nada sei que adoce,
Que nós perdemos essa flor precoce,
Que cresceu e morreu rapidamente!

Ai daqueles que nascem neste caos,
E, sendo francos, sejam generosos!
As doenças assaltam os bondosos
E -custa a creer- deixam viver os maus!

 

La muerte, después, la muerte que se siente ya se anunciaba:

 

Que de encantos! Na força do calor
Desabrochavas no padrão da bata,
E surgindo da gola e da gravata,
Teu pescoço era o caule duma flor!

Mas que cegueira a minha! Do teu porte
A fina curva, a indefinida linha,
Com bondades de herbívora mansinha,
Eran prenúncios de fraqueza e norte!

À procura da libra e do “shilling”,
Eu andava abstracto e sem que visse
Que o teu alvor romántico de “miss”,
Te obrigava a morrer antes de mim!

E antes tu, ser lindíssimo, nas faces
Tivesses “pano” como as camponesas;
E sem brancuras, sem delicadezas,
Vigorosa e plebeia, inda durasses!

 

Y, tras el recuerdo de la muerte de la hermana, la Europa del norte que recibe sus frutas, sus ciudades fabriles, su niebla:

 

Sim! Europa do Norte, o que supões
Dos vergéis que abastecem teus banquetes,
Quando às docas, com frutas, os paquetes
Chegam antes das tuas estações?!

Oh! Os ricos “primeurs” da nossa terra
E as tuas frutas ácidas, tardías,
No azedo amoniacal das queijarias
Dos fleumáticos “farmers” de Inglaterra!...

Ó ciudades fabris, industriais,
De novoeiros, poeiradas de hulha,
Que pensais do país que vos atulha
Com a fruta que sai de seus quintais?

Todos os anos, que frescor se exala!
Abundancias felizes, que eu recordóo!
Carradas brutas que iam para bordo!
Vapores por aqui fazendo escala!

 

Y algo sobre sus versos: “Para alguns são prosaicos, são banais/ Estes versos de fibra suculenta;/ Como se a polpa que nos dessedenta/ Nem ao menos valesse uns madrigais!”. Y llegamos al viaje para adentro: “A impressão doutros tempos, sempre viva,/ Dá estremeções no meu passado morto,/ E inda viajo, muita vez, absorto,/ Pelas várzeas da minha retentiva”. Adentro se vuelve, adentro aparece, el adentro también está en las cosas – y las tiñe o cubre: “Ah! Ninguém entender que ao meu olhar/ Tudo tem certo espírito secreto!/ Com folhas de saudades um objecto/ Deita raízes duras de arrancar!”. La dureza del campo, de la vida del campo. Nós, nosotros en él, en ella. Pero el campo es más que el campo: “Não, não é justo que eu a culpa lance/ Sobre estes nadas! Puras bagatelas!/ Nós não vivemos só de coisas belas,/ Nem tudo corre com num romance!// Para a Terra, parir há-de ter dor,/ E é para obter as ásperas verdades,/ Que os agrónomos cursam nas ciudades,/ E, à sua custa, aprende o lavrador”. Y el destino está en todo: “Ah! Nesse caso pouco se perdera,/ Pois isso tudo era un pequeno dano,/ À vista do cruel destino humano/ Que os dedos te fazia como cera!”. Y las palabras que dirige a la hermana muerta, ya celeste criatura, para cerrar este segundo y largo poema de “Nós”:

 

Porém hostis, sobresaltados, sós,
Os homems arquitectam mil projectos
De vitória! E eu duvido que os meus netos
Morram de velhos como os meus avós!

Porque, parece, ou fortes ou velhacos
Serão apenas os sobreviventes;
E há pessoas sinceras e clementes,
E troncos grossos como seus ramos fracos!

E que fazer se a geração decai!
Se a seiva genelógica se gasta!
Tudo empobrece! Extingue-se uma casta!
More o filho primeiro de que o pai!

Mas seja como for tudo se sente,
Da tua ausência! Ah! Como o ar nos falta,
Ó flor cortada, susceptível, alta,
Que assim secaste prematuramente!

Eu de que veces tenho o desprazer
De reflectir no túmulo! E medito
No eterno Incognoscível infinito,
Que así ideias não podem abranger!

Como em paul em que nem crescça a junca
Sei de almas estagnadas! Nós absortos,
Temos ainda o culto pelos Mortos,
Ese ausentes que não voltam nunca!

Nós ignoramos, sem religião,
Ao rasgarmos caminho, a fé perdida,
Se te vemos ao fim desta avenida
Ou essa horrível aniquilação!...

E ó minha mártir, minha virgen, minha
Infeliz e celeste criatura,
Tu lembra-nos de longe a paz futura,
No teu jazigo, como uma santinha!

E enquanto a mim, és tu que substituis
Todo o mistério, toda a santidade
Quando em busca do reino da verdade
Eu ergo o meu olhar aos céus azuis!

 

Y el tercer poema se abre con otra muerte, la de su hermano: “Tínhamos nós voltado à capital maldita,/ Eu vinha de polir isto tranquilamente,/ Quando nos sucedeu uma cruel desdita,/ Pois um de nós caiu, de súbito, doente”. Y el poema se hunde en la muerte, en las razones y el dolor de la muerte, y esta muerte de un modo especial me llega, nos llega creo a todos en este tiempo, que a tantos ha tocado de cerca y hundido: “Uma tuberculose abria-lhe cavernas!/ Dá-me rebate ainda o seu tossir profundo!/ E eu sempre lembrarei, triste, as palavras ternas,/ Com que se despediu de todos e do mundo!// Pobre rapaz robusto e cheio de futuro!/ Não se dum infortúnio imenso como o seu!/ Viu o seu fim chegar como un medonho muro,/ E, sem querer, aflito e atónito, morreu!...”. Ha hundido, hunde en el dolor la muerte. La muerte cercana, la muerte de un hermano. Otra por ella es ya su vida, otra la siente tras el dolor y el peso en el corazón de esa muerte, como nos dice en la penúltima estrofa de este tercer y final poema de “Nós”: “De tal maneira que hoje, eu desgostoso e azedo/ Com tanta crueldade e tantas injustiças,/ Se inda trabalho é como os presos no degredo,/ Como planos de vingança e ideias insubmisas”. He dicho que es la penúltima estrofa, y es verdad, porque queda aún la última. En ella vemos y nos dice cómo este dolor, el dolor de la muerte, ha borrado y hecho llegar hasta el desprecio a lo que es la razón de una vida para un poeta, la poesía. Leemos, leo sus desoladores versos: “E agora, de tal modo a minha vida é dura,/ Tenho momentos maus, tão tristes, tão perversos,/ Que sinto só desdém pela literatura,/ E até desprezo e esqueço os meus amados versos!”. Estos versos despiden una vida, así lo siento. Dicen un final, son un final. Quedan aún las inacabadas “Provincianas”, y las leo. Las leo y siento y sé que continúa la vida y continúa el campo. Aún se puede sentir el campo -y la alegría íntima de la vida, dentro. Pero también que el final es un final, un saco triste y roto. Que así puede sentirse al final un corazón, y hasta el de quien lo dedicó a un oficio sagrado. Al final de este último e inconcluso poema leo esta nota de quien cuida la edición, que cierra el libro: “Este poema ficou incompleto e terão sido estes os últimos versos do poeta. Três días antes de morrer, a 19 de Julho de 1886, escreve em carta: “Mas súbitamente chegam-me duvidas, descrenças, terrores do futuro. Curo-me? Sim, talvez. Mas como fico eu? Um cangalho, un canastrão, um grande cesto roto, entra-me o vento, entra-me a chuva no corpo escangalhado”. Entra el viento y la lluvia, y se es un cesto roto. Así se siente al final. Pero siento que además de estos momentos de dolor, tristeza y desolación profunda, hondamente verdaderos, triste, fieramente verdaderos, están los poemas y la poesía de una vida, una vida que en ella se cumplió y hace que este viento y esta lluvia que al final el poeta sentía, y sentía que le deshacía, por ser él ya un cesto roto, sea lluvia y viento para todos, aire y campo libre, vida que es más ancha y es más alta gracias a ese viento y esa lluvia, a la poesía secreta que sostuvo una vida, misterio verde.

Barcelona, 19 de mayo de 2020

Santiago Montobbio, acadêmico correspondente da Academia Espírito-santense de Letras, professor de Direito, conferencista e poeta catalão, com poemas traduzidos em nove idiomas e colaborações em várias revistas, antologias e jornais em Nicarágua, Peru, Espanha, França e Brasil, de El anarquista de las bengalas [1987] a Vuelta a Roma (2020) tem mais de duas dezenas de obras poéticas.

Torta Capixaba III

Voltar